Cómo llegar a Odaiba

03/09/2015

La ciudad de Tokyo está situada en el centro de la isla de Honshu, en la región de Kanto y es la capital de Japón. Es su centro político, económico y cultural. 

Tiene 13 millones de personas en su reducida superficie. Esta cantidad de gente convierte a esta ciudad en una de las más pobladas de todo el mundo. Uno de los mayores problemas de esta urbe es su superpoblación. La escasez de terreno es un inconveniente para todos sus habitantes presentes y futuros, para la creación de industrias y para la ampliación de infraestructuras que esta gran metrópolis necesita.

¿Qué hicieron los japoneses para tener más terreno? Pues muy sencillo crearlo de la nada. En plena bahía de Tokyo, crearon una enorme isla por motivos defensivos en 1850. En este lugar colocaron varios cañones para atacar a todos los invasores que venían de fuera. Su máximo apogeo comenzó en 1990 cuando se apostó por el turismo, por crear grandes empresas, centros comerciales y extensas zonas de ocio.

¿Cómo podemos llegar a esta curiosa isla?

Hay muchas formas para poder llegar. Una opción es cruzando el conocido puente Rainbow en coche o en autobús. Por este mismo puente también circula un curioso tren automatizado que nos llevará a diferentes puntos de Odaiba.

Para nosotros la forma que más original de todas era llegar en barco. Teníamos curiosidad y es lo que hicimos. Ahora os contamos cómo fue.

Estábamos en el barrio de Asakusa, después de ver el Templo Sensoji. Nos acercamos a su bahía  y aprovechamos a coger un barco que nos llevara por el río Sumida hasta la Isla de Odaiba.

Mientras esperábamos para montarnos nos dimos cuenta que enfrente del embarcadero, al otro lado del río Sumida, hay un edificio muy peculiar porque coronándolo tenía “algo” dorado. En un principio pensábamos que era como una nube dorada o un fuego horizontal de una antorcha. 

Preguntamos qué era eso y nos respondieron que era una representación de la espuma de la cerveza. A nosotros nos pareció una tomadura de pelo, aunque cuando supimos que el edificio es de Kirin (una de las marcas de cerveza más renombradas de Japón) tuvo algo de sentido, pero muy poco la verdad. Será lo que quiera que sea, pero todo el mundo lo conoce como “el cagarro dorado”. La espera para montarnos en el barco fue de lo más divertida porque la escultura se las trae.

Además de ver esta dorada escultura mientras esperábamos, también pudimos ver una de las construcciones más altas de todo Tokyo.  Con sus casi 700 metros de altura, la torre Skytree es alucinante. 

Compramos el billete solo de ida a la isla de Odaiba ya que teníamos otra idea más curiosa para volver a Tokyo.

Estos barcos salen más o menos cada 30 - 60 minutos, desde  las 10:00 hasta las 17:00. Todos salen desde el muelle de Asakusa. A ambos lados del recorrido encontrareis edificios singulares con unas vistas extraordinarias desde el barco. Estad atentos para no perderos ninguno de ellos.

Hay barcos que nos llevan a diferentes lugares de Tokyo y otros directos a la isla de Odaiba pero tienen una frecuencia menor. Os recomendamos consultar sus horarios para no tener que esperar mucho.

El trayecto desde Asakusa a la Isla de Odaiba de forma directa sin hacer escalas es de  55 minutos. Nos costó 1520 yenes con el suplemento de 300 Yenes si viajáis en el barco más moderno de su flota.

Hay dos barcos para ir: el primero es más antiguo y se llama Himiko y el más moderno es Hotaluna que parece que vas metido en una nave espacial. 

Nosotros ya que estábamos en la capital de la modernidad tecnológica mundial elegimos el más moderno, pero tened claro que os cobran un pequeño suplemento.

Mucha de la gente que venía con nosotros se pasó la mayor parte del trayecto dormida, sin ver las vistas tan impresionantes que tenía. No lo llegamos a entender aunque la verdad que cada uno descansa donde le da la gana.

En la hora, más o menos, que dura el trayecto no dejamos de mirar a un lado y a otro de la bahía. Las vistas de esos edificios enormes donde viven los japoneses nos dejaron con la boca abierta por sus dimensiones y por su cantidad de pisos. 

El barco nos encantó. Todo su interior era blanco con unos grandes ventanales que facilitaban las vistas a cualquier sitio que miraras. Lo que más nos gustó fue la cabina del capitán, ya que más que tripular un barco parecía que estaba tripulando alguna nave de Star Wars.

Esa torre estilizada blanca que vais a ver es un garaje en todas sus plantas. La escasez de terreno hace que las opciones de vida lleguen a ser muy peculiares.

Nada más bajarnos del barco la sensación fue de estar en uno de los sitios más modernos y curiosos de la capital japonesa. 

En nada os contamos todo lo que descubrimos en esta curiosa isla.

Y a tí ¿qué fue lo que más te gustó del crucero?

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