La ciudad de los Dioses: Nara

13/08/2015

Uno de los lugares que mejor recuerdo guardamos de nuestro viaje a Japón es la ciudad de Nara. Fue la primera capital del país nipón en el año 710, convirtiéndose en una de las ciudades más importantes de todo Asia, a la vez que uno de los destinos orientales de la ruta de la seda en Oriente. 

Con este pasado ya os podréis imaginar que este lugar no deja indiferente a nadie. Muchos de sus templos y lugares sagrados, han permanecido intactos o han sido reconstruidos de una manera magnifica.

Nara está situada a una distancia más o menos de una hora de Kyoto y de Osaka. Tiene una gran cantidad de templos budistas siendo estos de los más antiguos de todo el país.

¿Cómo llegara Nara?

Desde Kyoto

En aproximadamente 45 minutos llegaremos a la estación de JR Nara abonando unos 700 yenes.

Los trenes Miyakoji salen con intervalos de 30 minutos y nos saldrá totalmente gratis con la Japan Rail Pass.

Si no tenemos la Japan Rail, cada dos horas desde Kyoto el Kintetsu Railways nos llevará a Kintetsu Nara en 35 minutos. Existen trenes directos que en 45 minutos nos llevan de una manera express.

 

Nuestro recorrido empieza en la JR Nara Station. Tenemos que estar preparados para andar ya que va a ser un día duro para nuestros pies. A modo de curiosidad, fijaros que los japoneses son expertos en dormir en cualquier sitio: coches, autobuses, trenes y en cualquier posición. Lo más sorprendente de todo, es que son capaces de despertarse sin saltarse la parada, nosotros pensamos que llevan un chip implantado…

Comenzamos recorriendo la calle Sanjo Dori. Esta vía nos llevará hasta el parque más grande de la ciudad con 520 hectáreas conocido como Nara-koen. En este lugar se encuentra la gran mayoría de las joyas arquitectónicas de la ciudad. 

En esta misma calle podremos encontrar la Oficina de información turística. Os recomendamos entrar y haceros con los mapas de la ciudad, ya que os servirán para no perderos nada de lo mucho que hay que ver en esta curiosa ciudad. Los de la Oficina de Turismo son muy amables, aunque están más orientados a atender e informar al turista de su país que al turista extranjero. Su inglés deja tanto que desear como nuestro nulo japonés. 

Una de las cosas que tenéis que tener en cuenta es la gran cantidad de ciervitos que hay por toda la zona. Es todo un símbolo de la ciudad, pero hay que andarse con ojo. En un primer momento pueden ser graciosos y simpáticos, pero hay que tener cuidado. 

Uno nos comió el mapa que llevábamos, y vimos uno que con la cabeza empujaba a un señor con su consiguiente tortazo contra el suelo. El número de ellos es bastante más numeroso que los que hay en Miyajima y son más grandes, corpulentos y peligrosos. Las autoridades nos avisan gráficamente de lo que nos puede suceder.

El primer templo que veremos será el de Kofuku-ji, que llegaremos subiendo unas escaleras desde el estanque de Sarusawa.

Este lugar se empezó a construir en el año 669 con casi 200 edificios. En la actualidad quedan unos pocos, y la gran mayoría son reconstrucciones aunque siguen siendo igual de interesantes. Para que os hagáis una idea la pagoda ha sido reconstruida unas cinco veces debido a diversos incendios y terremotos.

Llegamos a la gran joya de la corona de Nara con sorpresa en su interior: el templo de Todai-ji. Es todo un complejo de impresionantes edificaciones que van desde enormes puertas, templos, pagodas y un gran pabellón que esconde un gran secreto.

Protegiendo este complejo se encuentran cientos de ciervos ansiosos por comer galletas que venden los puestos ambulantes o simplemente jugar con los turistas. ¿Por qué hay tantos ciervos? Para los japoneses el ciervo de desde la Edad Media se cree que es el mensajero de los dioses por lo que Nara está lleno de ellos para transmitir los deseos de los dioses a los hombres. Hay casi dos mil ciervos, una cantidad enorme que veremos distribuidos por todos sus parques e incluso por el centro de la ciudad. 

Volviendo al templo, es la más grande del mundo realizado en madera. Se terminó de construir en el año 752 y se realizó para ser la capital mundial del budismo y albergar una peculiar estatua.

Atravesamos templos y templos como si fueran las capas de una cebolla. Esto nos va indicando que en el centro del complejo se guarda algo de gran importancia.

Estamos ante el último pabellón de esta gran instalación. Simplemente podemos decir que es inmenso. Es la estructura conocida como Daibutsu-den, un salón enorme que guarda en su interior un gran tesoro.

En el corazón del templo de Todai-ji se encuentra el Gran Buda de Nara. Todo este lugar fue construido para albergar esta espectacular escultura. Con 16 metros de alto y 437 toneladas de bronce es el Buda más grande de todo Japón superando incluso a la de Kamakura. Construida en el año 752 ha sufrido diferentes incendios y terremotos y aun así sigue siendo la escultura original.  

Otra de las esculturas que nos sorprendió fue el “Bosatsu” Kokuzo o también conocido como ser iluminado. Su aspecto y su construcción con materiales dorados nos dejó boquiabiertos.  

Dos “tamomten” se encuentran a cada lado del Gran buda. Estas esculturas son dos guardianes celestiales que protegen al Gran Buda de posibles peligros.

En esta maqueta veremos resumidos todos los pabellones, pagodas y lugares interesantes que visitar.

No supimos muy bien si esta mano es la del Gran Buda o es de otra escultura. Lo que nos sorprendió fue sus grandes dimensiones encima de su palma podría caber perfectamente mi salón de casa.

Aquí tenemos que reconocer que nos cabreamos un poco. Os cuento, una leyenda dice que quien pueda pasar a través de un agujero que se encuentra en un pilar detrás del Gran Buda alcanzará el Nirvana. Nosotros bordeamos la “Triple cifra” y claro por ahí no nos cabe ni un pie. Todos los japoneses como son pequeñitos y delgados pasaban todos, nosotros ni nos atrevimos por miedo de quedar atascados como Winnie the Pooh en busca de la miel del árbol. 

Nos despedimos de este complejo haciéndonos una foto con esta deidad japonesa que no sabíamos si estaba vestida así por algún rito en particular o simplemente porque daban lluvias.

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